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El remordimiento la devoraba. Si al menos pudiera regresar y cambiar las cosas.
Con todas aquellas charlas entusiastas acerca de compartir el campo, Lucy había
abierto una grieta entre los dos. Si era sincera, tenía que admitir que R.J. no había
sido el problema: el tío de Rusty sólo había proporcionado el martillo con el que
agrandar la grieta.
Los kilómetros se sucedieron hasta que Lucy divisó en el camino una vieja
estación de servicio con gasolinera y un edificio en cuya fachada podía leerse
Cafetería Beatriz. Lucy no tenía pensado detenerse, pero su estómago le recordó que
no había tomado nada desde el almuerzo.
El lugar estaba medio vacío y Lucy se alegró pensando que la atenderían pronto
y enseguida estaría de nuevo en camino, porque la idea de permanecer más tiempo
del imprescindiblemente necesario le resultaba desagradable. De todas formas
aprovecharía para despedirse de Beatriz, que le había dado muy buena impresión
cuando la conoció.
Aparcó el coche y se detuvo a la entrada de la cafetería.
A sus espaldas, en la carretera, pasó el coche patrulla blanco del sheriff y Lucy
se preguntó cuál sería el motivo de la urgencia de la policía. ¿Un accidente? ¿Un
incendio? ¿Algún robo?
Dentro de la cafetería había algunas personas tomando sus consumiciones en la
barra, mientras otras ocupaban algunas mesas. Al entrar, Lucy titubeó un poco hasta
que sus ojos se acostumbraron a la suave penumbra del local.
 ¡Lucy, cielo! No te quedes en la puerta, pasa, cariño.
Lucy se acercó al mostrador, al otro lado del cual se hallaba Beatriz, que
acababa de llamarla, luciendo su delantal blanco. Llevaba los labios pintados de rojo
brillante y al sonreír mostró los dientes prominentes que la caracterizaban.
Con un esfuerzo, Lucy dibujó una sonrisa y se acercó a ella con paso rezagado.
 ¿Cómo estás, Beatriz?
 Contenta como una pulga en la caseta del perro  canturreó Bea
alegremente . ¿Y tú qué tal? Pareces&  Beatriz se detuvo al contemplar el cabello
despeinado de Lucy, los hombros caídos y las ojeras & eeh, bastante bien.
Bajo el peso de la apatía, Lucy no era consciente de su aspecto. Empezó a
sentarse en un taburete pero, deseando evitar la posible conversación con otras
personas, se trasladó a un lugar más discreto.
 ¿Está bien aquí?
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 Claro, querida  respondió Beatriz mientras se apresuraba al otro lado de la
barra con la cafetera. Luego colocó un tazón delante de Lucy y le preguntó : ¿Va
todo bien?
Lucy dejó que su mirada se paseara por la cafetería.
 Supongo que sí. Yo sólo& pensé en tomar algo de comer. Hoy no he
almorzado mucho.
La propietaria del local estudió el rostro de Lucy un largo instante antes de
decir:
 Muy bien. Voy por el menú.
Lucy asintió con la cabeza mientras pensaba que tan pronto como comiera algo
tenía que marcharse y seguir conduciendo.
Se le había pasado de repente el apetito.
Beatriz tenía arqueadas las cejas cuando regresó con un menú, algo de azúcar y
una jarrita pequeña.
 Aquí tienes crema auténtica, como a ti te gusta  dijo colocándola delante de
Lucy, para volver a estudiar su rostro. Como quiera que Lucy no hizo movimiento
alguno, Beatriz la apremió : bueno, venga. Lucy retiró las manos de su regazo,
asintió y se sirvió la crema obedientemente. Era reconfortante que alguien se ocupara
de una.
 Eres muy considerada, Beatriz. Gracias por la crema.
 ¿Qué tal van las cosas por el Lazy S.? ¿Te está tratando bien Rusty? 
preguntó Bea con los brazos cruzados.
Lucy parpadeó y elevó hasta ella la mirada.
 ¿Qué? Ah, sí, estupendamente; me trata muy bien  respondió, lo cual era
completamente cierto. Rusty no había hecho nada ilegal, ni inmoral, ni siquiera
maleducado.
¿Cómo podría explicarle a Beatriz que sus expectativas y esperanzas habían
sido sencillamente poco realistas? ¿Cómo decirle a aquella bien intencionada mujer
que su corazón había saltado en un millar de pedazos?
Encorvada sobre el café, Lucy hizo un intento de probarlo, abrió el menú y
encargó lo primero que encontró a la vista: ensalada de pollo. Después se puso a
estudiar una uña del dedo índice para evitar la certera mirada de Beatriz, quien
después de permanecer unos instantes quieta frente a ella sacó un lápiz y una libreta
del bolsillo del delantal para anotar el pedido. Estuvo a punto de hacer uno de sus
comentarios, pero decidió dejarlo.
Un timbre grave sonó desde algún lugar del otro lado de la barra y Lucy reparó
apenas en que el teléfono sonaba.
 Voy a ver quién llama  dijo Bea y se dirigió a descolgar el auricular.
Mientras escuchaba lanzó a Lucy una mirada. Ésta, aunque desinteresada por
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completo, no pudo evitar escuchar algunos retazos de la conversación. Beatriz
parecía discutir con alguien.
 Si las mujeres somos tontas es porque Dios ha querido equipararnos a los
hombres  le decía Beatriz crispada a alguien al otro lado de la línea. Después se dio
la vuelta y añadió algunos otros comentarios por el estilo, apenas audibles, para
terminar diciendo : lo intentaré. ¿Cómo? He dicho que haré lo que pueda. Esto es
evidentemente una metedura de pata tuya  y con un resoplido, colgó.
El sencillo plato que Lucy había encargado parecía demorarse más de lo
necesario. Cuando llegó, Lucy probó la comida. Aunque sabía que los platos de Bea
estaban deliciosos, la ensalada le pareció completamente falta de sabor. Por fin, soltó
el tenedor.
Captar la atención de Beatriz fue sencillo, ya que la mujer le prodigaba de vez
en cuando miradas de preocupación.
 ¿Me traes la cuenta, por favor?
Beatriz asintió, extrajo la libreta del bolsillo y arrancó una página. Antes de
llevarla a la mesa, se puso a hacer un detallado inventario de las luces que adornaban
las ventanas.
 Aquí tienes  le dijo a Lucy y aunque ésta había sacado ya el dinero, Beatriz
se fue a ordenar algunas cosas detrás del mostrador.
 En seguida te llevo la vuelta  dijo sin dejar de mirar hacia la ventana.
Lucy se preguntó qué sería lo que atraía tanto la atención de Bea, así que giró la
cabeza para mirar también. Lo único que vio fueron los vehículos aparcados en el
exterior de la cafetería y terminó por encogerse de hombros.
Beatriz cerró la caja registradora con un ademán brusco para decir a
continuación:
 Lucy, por alguna extraña razón no tengo aquí suficiente cambio. Espera un
momento mientras voy dentro a por más, ¿de acuerdo?
 Claro  respondió Lucy.
 Estupendo. Será sólo un instante. Espérame. ¿No te marcharás?
 No. Esperaré aquí.
No tenía prisa por ir a ninguna parte. Cansada, se tocó las doloridas sienes.
Pasaron largos minutos mientras Lucy esperaba a Beatriz. Como no regresaba,
Lucy dubitativa se puso en pie, esperando que no hubieran surgido emergencias en
la cocina. ¿Debía ir a mirar?
En ese momento, Bea salió de entre las puertas flotantes.
 Aquí tienes  dijo al tiempo que le ponía en la mano a Lucy algunos billetes.
Luego echó otro vistazo al aparcamiento por encima del hombro de Lucy . Siento
haber tardado tanto. Mi cocinero se ha tomado su tiempo para abrir la caja. Parece
que nos hemos olvidado de la combinación  añadió riendo con ligereza.
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 ¿Y al final os habéis acordado?
 ¿Eh? Ah, sí. Eso es. Nos hemos acordado. Qué tontos.
 Estupendo.
Después Lucy respiró hondo y encaró a la propietaria del local.
 Has sido encantadora conmigo, por eso tengo que decirte que no voy a venir
más: porque yo&
 ¡Espera! Se me había olvidado por completo  dijo Bea golpeándose la
frente . Las fotos de mis sobrinos. Tienes que verlas, me las ha enviado mi hermana
por correo. Son adorables. Mira.
Y antes de que Lucy pudiera protestar, Beatriz ya estaba revolviendo un cajón
detrás del mostrador.
 Aquí están  le dijo sacando un álbum. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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